7º Lección de motos.

Me encontraba destinada en la planta de traumatología, una conocida me telefoneó pidiéndome que atendiera a un buen amigo suyo, ese mismo día me visitó en el hospital. El hombre estaba desesperado, su hija a la que amaba más que su propia vida, acababa de cumplir los dieciocho años y con sus ahorros deseaba comprarse una potente moto. Como padre, temía un fatal accidente que pudiese acabar en una desgracia. Todos los razonamientos, impedimentos, inclusive las amenazas no habían dado resultado, se le ocurrió la idea de mostrarle a motoristas accidentados, tal vez con ese impacto visual recapacitase y desistiese de esa idea.

-Si logra usted convencerla, me dijo, me habría hecho usted un gran favor del que le estaría muy agradecido. 

Por otra parte estoy tan preocupado que por las noches despierto con el cuerpo empapado en sudor no pudiendo conciliar el sueño.

Comenzaba el verano y el buen tiempo, estación en que los conductores de motos salen más frecuentemente a las carreteras y por tanto la época en las que más accidentes hay de ellos.

-En estos momentos no hay ningún ingresado de estas características, expliqué, dejemos pasar un tiempo, que por desgracia no faltarán jóvenes ingresados de todas las edades con fracturas múltiples y aún en condiciones peores. Yo le llamaré cuando esto suceda.

Un par de semanas fueron suficientes para que acertase con mi pronóstico. Una tarde aparecieron en el hospital el padre y su hija.

Venía un poco contrariada y estaba algo nerviosa, no se imaginaba de que se trataba. Rogué a su padre que me dejase sola con ella, le puse una bata blanca indicándole que me siguiese, la fui llevando de habitación en habitación así hasta completar el número de cinco. En cada una de ellas le mostraba a jóvenes vendados, escayolados y entubados por todos los agujeros de su cuerpo, con las caras deformadas y amoratadas unos y a otros ni eso se les podía ver.

Accidente de moto y le explicaba los huesos rotos de su cuerpo, que órganos estaban dañados, las operaciones a que se habían sometido y las que probablemente les quedarían por hacer sin contar las secuelas de las que permanentemente quedarían aquejados.

Su rostro se puso pálido como la nieve, en un momento creí que iba a desmayarse, pero comprobando que aguantaba tampoco quise ofenderla preguntándole si se encontraba mal.

El último era un muchacho muy joven, pocos más años tenía que ella.

-Lesión medular por accidente de moto. Quedará en silla de ruedas toda su vida. Amó las ruedas y las ruedas le serán fieles, le acompañaran hasta su muerte. Dije antes de entrar con ella en la habitación.

La presenté como una colega, después le pregunté.

-¿Volverás a comprarte una moto cuando abandones el hospital?.

-Me compraré un tanque de guerra con blindaje de última generación, contestó mal hablando y a golpes.

El rostro de la muchacha estaba lívido, no decía ni una sola palabra, hasta ese momento había estado apartada y protegida de toda desgracia, ahora la tenía cerca de sí y podía palparla en toda su crudeza.

La conduje a una salita del personal interno, allí le expliqué porqué habíamos hecho esas visitas, disculpándome por si mi comportamiento había sido brutal y que esa parte oculta en la que nunca se piensa es como la acababan de ver sus propios ojos.

-Por otra parte, añadí, a los diecisiete años te sientes constreñida por la familia, atada por tus padres física y sobre todo mentalmente. Esta atadura tiene y no sin razón, cargas y contenidos sexuales que tu deseas romper siendo la única manera que se te ocurre para liberarte de ellas, la huída.

La moto es un perfecto aparato de huída, fácil de manejar, individual, sin lastre, rápido, veloz y además viril, ya que te lo pones entre los muslos como un gran falo masculino.

Sobre la moto a toda velocidad, te alejas de la prohibición y de la moral familiar, conquistas la libertad ansiada y ya nada tienes que envidiar a los chicos que pueden, según tu piensas, realizar lo que tu no puedes. 

En fin con la moto superas la condición de chica oprimida convirtiéndote en un muchacho independiente, libre y rebelde a los James Dean, a lo Marlon Brando o a lo Easy Reader.

La libertad sea familiar, sea social, sea interna no se logra con huidas, se logra con enfrentamientos, enfrentamientos muy duros y el enfrentamiento más duro de todos es el enfrentamiento con uno mismo.

Hay una frase que cuando tenía tu edad repetíamos, era del Che Guevara, un revolucionario, “La libertad no se mendiga, se conquista”.

La moto, debes reconocerlo, representa para ti un engaño, una ilusión, una evasión, después será otra cosa y más tarde otra y así sucesivamente, tu vida se convertirá en una eterna y constante huída, por no enfrentarte contigo misma y con quien o con lo que te impida desarrollarte.

El por qué de todo esto, es muy sencillo, porque yo también he tenido tu edad y también he pensado en la moto pero desde que tuve conciencia de su significado, he desterrado de mi vida motos, coches, aviones, barcos, viajes, casas y todo aquello que pueda resultar una engañosa evasión que me aleje de esta esplendida, maravillosa y sencilla realidad, que nada tiene que ver con la realidad de la televisión, del cine, del ordenador y del consumo virtual.

Solo me queda añadirte, si me necesitas aquí estoy para lo que pueda ayudarte.

La conduje junto a su padre y me despedí de ambos. Un mes más tarde recibía una invitación para un fin de semana en un lujoso hotel balneario, con una nota de agradecimiento.

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