14º La banderilla.

Rondaba yo por la treintena de años, había tenido una fuerte bronquitis que casi llegó a la neumonía. Recuperada de esta dolencia me sentía cansada, más que cansancio era agotamiento, sobre todo al subir escaleras o ascendiendo por pendientes. Me enviaron al servicio de cardiología para saber si tenía el corazón afectado. Me realizaron análisis y mediciones todo salió perfectamente.


Tan pronto vi al cardiólogo que iba a hacerme las pruebas de esfuerzo, me di cuenta que era un imbécil rijoso con aire de prepotente superioridad.


Me indicó que me desvistiera totalmente. Sabía que no era necesario tal cosa, quedarme en braga y sujetador con un camisón por encima, eso sería lo normal y lo indicado si se tiene un mínimo de delicadeza y consideración al paciente.


-¿Es necesario desvestirme totalmente?.


-Por supuesto. Contestó con sequedad, al tiempo que esbozaba una leve sonrisa.


Sabía por donde iban los tiros y por donde iban a venir también.


Me desnudé totalmente, me observaba con el mayor de los descaros cada uno de los movimientos que hacía. Me sentí incómoda, muy incómoda, aguanté el tirón depositando mi ropa lentamente y bien doblada sobre una silla.


Sentía sus ojos sobre mi cuerpo.


-Ahora que debo hacer. Pregunté con un tonillo sutilmente irónico y plantada ante él, desnuda de pies a cabeza.


Cogido por sorpresa, tartamudeó.


-Agáchate flexionando las piernas y vuelve a ponerte en pié. Hazlo diez veces.


Sus ojos libidinosos no se apartaban de mi cuerpo, me estaba cabreando pero decidí seguir la corriente. Finalizada la prueba me auscultó, depositando una de sus manos en mi espalda, en mi cintura y en mi vientre.


Después me hizo dar unos pequeños saltos, ví claramente como sonreía y se regocijaba al ver como se movían mis pechos.


Volvió a realizar la operación anterior pero esta vez su mano descendió por mi espalda.


La siguiente prueba después de ponerme los electrodos con respectivos manoseos, casi babeando me indicó que corriese sobre una cinta similar a la existente en los gimnasios.


Sonreía sin recato alguno paseando en torno mío.


-La verdad es que tienes un cuerpo atractivo y excitante sobre todo viendo como se te mueven los dos hermosos limones.


La cinta de rugosa goma me hacía daño en las plantas de los pies, me sentía fatigada y puteada. Este imbécil había hecho lo mismo a quien sabe cuantas pacientes. Estaba encolerizada, sin embargo sonreí.


Al quitar los electrodos de mi cuerpo dejó una de sus manos en mi culo.


-Los tienes duro ¿sabes que estás muy apetecible?.


-Si hemos acabado ¿le importa que me vista?.


Nos encontrábamos uno frente al otro sentados a ambos lados de la mesa de su despacho.


-No tienes nada de corazón, todo ha salido bien.


-Dirá usted, que las pruebas según usted las ve, usted no aprecia nada anómalo en el corazón.


-Sí, eso es lo que dije, bueno eso es lo que quería decir.


-Es parecido, no es lo mismo decir que yo no encuentro nada mal, que decir que no hay nada mal.


Respondí yo, al tiempo que jugaba con uno de los bolígrafosque había en la mesa.


-No, no es lo mismo, pero para el caso viene a ser igual. Además, aquí el médico y quien diagnostica, soy yo.


Alargué lentamente mi mano y cogí la suya que estaba apoyada en la mesa.


Con la velocidad del rayo, le descargué un golpe con toda la fuerza que fui capaz hundiendo el bolígrafo en su mano hasta atravesársela totalmente. Un grito retumbó por las paredes del despacho.


-Estás loca, puta de mierda.


Me gritó mientras miraba dolorosamente su mano ensangrentada y sin saber que hacer, si sacarse el bolígrafo o dejarlo allí clavado.


-Vuelve a insultarme y te clavo este otro bolígrafo en el corazón que tienes lleno de baba.


Al tiempo que cogía otro bolígrafo en mi mano. –Atrévete solamente a abrir la boca, estoy deseando que lo hagas. Le dije desafiante.


Lentamente me levanté de mi asiento.


Trabajo de enfermera listillo, si quieres nos vemos en el juzgado, pero también puedo asegurarte que me encargaré de buscar a las pacientes que hayas tratado y como seguramente les has hecho lo mismo que hoy hiciste conmigo, antes de finalizar el año te veo estudiando electrónica.


Salí del despacho más chula que un ocho, dejando al toro en su redil con la banderilla bien puesta. Lástima de no haberle puesto el par.

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