27º Un caso de anorexia.

En pocas ocasiones traté con personas anoréxicas, cuando digo personas debería referirme a muchachas y mujeres ya que raramente es el hombre quien la padece. El hombre suele padecer una enfermedad que se le denomina vigorexia, quienes la sufren se hacen adictos al gimnasio realizando varios entrenamientos diarios con pesas, llegando al no tener grasa su cuerpo a consumir el propio músculo.

En la anorexia las muchachas que son en su mayoría quienes la padecen, se niegan a comer, llegando hasta el extremo de peligrar su vida y de morirse en muchas más casos de los que comúnmente se crée. Puede calificarse esta enfermedad de muy corriente hoy en día, como grave.

Se sabe mucho sobre la anorexia, pero ese mucho que de ella se sabe es muy poco, a mi forma de entender se desconoce casi totalmente. Pueden clasificarse en anorexias incipientes, medias y anorexias totales, alternando a veces con ataques de bulimias, que no es otra cosa que el comer sin medida alguna.

Pueden clasificarse también en base a sus causas, difícil a menudo de determinar. Pero todo ello no da conocimiento alguno sobre la enfermedad, como tampoco lo da el que al no ingerir alimento, el cuerpo se consuma a sí mismo, alimentándose de su propia grasa, después de los músculos, después de los órganos y finalmente del cerebro.

Hay tratamientos psicológicos en su mayor parte ineficaces y practicados la mayor parte de las veces por psicólogos inexpertos.

El tratamiento científicamente efectivo, y esta es la cruel realidad, consiste en alimentar artificialmente por la fuerza a quien se niega a comer.

He reflexionado detenidamente sobre las muchachas que padecían esta enfermedad, soy de las que creo que la enfermedad debe observarse en quien la padece y en quien la genera. Observar es para mí comprender, y comprender no es para mí diagnosticar ni clasificar, con este propósito visitaba con frecuencia la planta donde se encontraban hospitalizadas este tipo de pacientes.

Una de las veces que me encontraba en esa planta en el control de enfermería, una mujer que tenía a su hija internada les armó un buen escándalo, no recordando ahora el motivo. Lo que sí recuerdo era la cara de histeria que esa persona tenía.

Intrigada me dirigí a la habitación, sabía que la madre se había marchado, la hija que tendría dieciséis años, se encontraba sentada en la cama llorando.

La vi de reojo mientras me encaminaba sin detenerme directamente a la ventana, mirando hacía el exterior permanecí de pié dándole la espalda una buena cantidad de tiempo.

El ambiente estaba cargado de una densa y desagradable tensión. Dejé que mi presencia se hiciese como algo más de la habitación, al tiempo que mi silencio la intrigase produciéndole la natural curiosidad.

Sin darme la vuelta y sin dirigirme a nadie, dije.

-A veces las madres son tan histéricas que rayan en la imbecilidad.

La respuesta no se hizo esperar.

-La mía no raya en la imbecilidad, la mía es imbécil totalmente, histérica hasta la saciedad y gilipollas.

Seguía de espaldas a ella, temía que si me daba la vuelta podría intimidarla y que se encerrase en sí misma.

En estos momentos la rabia, el enfado, la discusión o lo que fuese, había derribado parte del muro que ella se había como defensa construido.

-¿Tu padre que opina? Le pregunté con la intención de conocer algo de su entorno familiar.

-Que va a opinar. Se marchó por no aguantarla, estoy segura.

-¿Están divorciados?.

-Si, hace seis años que se divorciaron, tenía yo diez años.

-¿Estás con frecuencia con tu padre, o lo ves pocas veces?. Volví a preguntarle, al notar que tenía ganas de hablar.

-Hace mucho tiempo que no lo veo por lo menos tres años. Además es un irresponsable.

Esta última frase me sonó a su madre, una muchacha no habla así de un adulto y menos de su padre.

-¿Porqué es un irresponsable?.

-Porque un irresponsable es un irresponsable, no hay más.

-¿Pasa a tu madre el dinero para tu educación?. Le pregunté, eludiendo premeditadamente la palabra alimentación. Antes de la separación de tus padres tienes de él un mal recuerdo, y después de separarse ¿como es el recuerdo que conservas de él?.

Esta vez la respuesta se hacía esperar, era como si estuviese pasando revista a sus recuerdos uno a uno, finalmente dijo.

-La verdad es que tengo de él buenos recuerdos, era alegre y cariñoso. Me compraba todo lo que quería, me llevaba al parque todos los días.

-¿Por qué dices de él que es un irresponsable?

-No lo sé. Respondió con voz ausente.

-Tu madre es quien dice que es un irresponsable y se refiere, estoy segura de ello, que se refiere a él como el irresponsable de tu padre ¿me equivoco?

-Para nada, así es como lo llama.

-Además tu padre se buscó una mujer más joven, desde ese momento tu madre comenzó a llamarle así y a hablarte mal de él hasta lograr que dejaras de verlo. ¿Me equivoco? Volví a preguntarle.

Hizo un largo silencio como si no quisiera hablar más, creí que todo había concluido, iba a darme la vuelta y marcharme. Todo lo que desde ese momento dijese rebotaría contra el muro que ante si había erigido.

-Así fue como sucedió. ¿Cómo sabes todo eso? Preguntó de pronto.

-Es muy fácil saberlo, soy mujer. Respondí. Además tu madre desde que se divorció no ha tenido a ningún otro hombre en su vida, de eso estoy segura.

-Yo también lo estoy. Añadió ella.

-Y tú, ante un padre que es un irresponsable y que no desea verte, cosas ambas de las que dudo y ante tu madre que es histérica y resentida manipuladora, optas ante una situación de soledad y desamparo, por huir y escapar de la vida, que según tú es una mierda que no merece vivirla ni ser vivida, te matas lentamente no comiendo. No le llamas suicidio le llamas cobardemente anorexia a esta huida.

Por favor, dime sinceramente si estoy equivocada, se sincera contigo mísma.

Meditó las palabras que acababa de oir y como costándole trabajo, como sacándose las palabras agarradas a su pecho, dijo.

-Tengo que admitir que hay mucho de eso.

-¿Porqué no te vas a vivir con tu padre?

-¿Con mi padre? Preguntó asombrada y cogida por sorpresa.

-Que malo hay en ello. De él tienes buenos recuerdos. Y por él te sentiste querida, porqué no puedes hacerlo.

-¿Qué será de mi madre? Respondió.

En ese instante me di la vuelta, la observé, era una muchacha bonita, con facciones agradables, por la conversación que tuvimos, inteligente y despierta.

Avancé hacia ella, besé su mejilla y le susurré al oído.

-Hazlo querida, hazlo. Ya sabes lo que va a ser de ti.

No hay comentarios: