3º La sortija.

Recuerdo que había sido un verano especialmente caluroso, se encontraba ingresado en la planta de paliativos un paciente que por su aspecto nadie diría que una grave enfermedad consumía su cuerpo.

Había rechazado todo tipo de tratamiento de radioterapia y quimioterapia, muy de moda entonces y del que se abusaba hasta agotar al enfermo, conduciéndolo al borde de la muerte, no sabiéndose la mayoría de las veces quien aceleraba más su llegada si el tratamiento o la enfermedad misma.

A pesar de su dolencia y del tratamiento con potentes calmantes, mantenía la lucidez y buen humor, cosas ambas muy poco frecuentes, por no decir inexistentesen estos enfermos. Su conversación era inteligente y yo joven como era aprendía de él, siempre que podía y con cualquier pretexto entraba en la habitación para escucharlo, como apenas recibía visitas notaba en su rostro que mi presencia le era grata.

Ese verano su aspecto se deterioró visiblemente así como sus fuerzas, todo ocurrió en un corto plazo de tiempo que no excedería mucho de un mes.

Poco antes de su muerte me comentó –He cumplido los setenta y cinco años, he vivido con la intensidad que he sabido y agotado las fases de mi vida hasta el último sorbo, la vida ha sido tan generosa conmigo que no puedo más que estarle agradecido, la enfermedad es algo natural y consustancial que va unida a la naturaleza animal del hombre. Morirse de una enfermedad o de otra es lo que menos importa, lo que ya tiene otra importancia es morirse en las fases tempranas, pero lo que tiene verdadera importancia es cuando te quitan la vida por la fuerza o cuando de impiden vivir, robándote la vida sin darte cuenta. Me refiero con esto último, a los muertos vivientes que han sido casi todas las personas a las que he tratado, puedo asegurarte que a muy pocas personas he encontrado con vida, realmente con vida y viviendo.

Me gustaría abandonar este cuerpo antes de que mi aspecto físico se deteriore más de lo que ya lo está. Pero como sabes, la moral y las leyes que esta moral hace como extensión suya, impiden que se me pueda facilitar una cantidad más de la morfina que habitualmente se me suministra. En fin la piedad que se tiene con los animales, se les niega a los humanos, y todo, por que la vida es de Dios según algunos, o por que la vida pertenece al estado y es el estado quien decide en última instancia que hacer con ella.

Si yo en una reyerta en la calle doy muerte a un semejante, automáticamente me convierto en una asesino y el estado secuestra mi vida en una cárcel, o me condenan a una pena capital como eufemísticamente la llaman, y todo ello no con la intención de regenerarme, sino con la intención de castigarme con ánimo de venganza.

Si yo lo hago, cometo asesinato, si lo hacen ellos ajustician.

Pero si el estado me envía a una guerra, vaya yo a ella por voluntad u obligado como soldado, y en esta guerra yo doy muerte a mil semejantes, automáticamente me convierto en un héroe y recibo condecoraciones como tal.

Fatigado por sus palabras y con esfuerzo, me indicó que en el pequeño armario buscase entre los bolsillos de su chaqueta, mis dedos encontraron una pequeña cajita que le entregué. La abrió, observó como ensimismado una bonita sortija que esta contenía.

-Perteneció a una mujer hermosa a la que amé hasta donde es capaz de amar un hombre. La mandé hacer a propósito engarzando en ella un buen brillante.

Cuando esta mujer falleció que fue hace tres años, me la devolvió diciéndome, que la sortija había cumplido su cometido y que la regalase a quien creyera conveniente.

Así que he decidido regalártela a tí, deseándote con ella que encuentres a un hombre que te ame como yo he amado a su anterior propietaria, o todavía mejor, deseándote que encuentres a un hombre al que ames hasta el límite que una mujer sea capaz.

Es bueno que la dejes sumergida durante un día completo en un vaso con agua salada, con esto la limpiarás de energías extrañas, igualmente debes hacerlo con tus propias joyas una o dos veces al año.

-No puedo aceptarlo, dije moviendo la cabeza y turbada, es de mucho valor.

-Y yo no acepto esa actitud infantil de una mujer inteligente. Para disipar todo tipo de malos entendidos toma este papel escrito, con él cerrarás la boca de quien se haya atrevido a abrirla. No obstante llama a una de tus compañeras, mejor si es hombre, tocante a ciertos temas el hombre suele ser más noble que la mujer, delante de él repetiré que el obsequio es en agradecimiento por los cuidados que de ti he tenido.

Por favor llama a uno de tus compañeros, siento que una gran fatiga invade mi cuerpo y necesito descansar.

Esa misma noche falleció. Falleció sólo y abandonado. No, falleció acompañado de sus recuerdos, y sin miedo alguno como sin miedos había vivido, su rostro estaba tranquilo y relajado, sin el aspecto grotesco que con frecuencia adoptan los rostros de los ancianos con la muerte.

Quien sabe si no estaba acompañado por la mujer a la que tanto había amado.

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