21º Alcohol y quirófano.

Había dispuesto el quirófano, todo estaba preparado para una operación. El cirujano entra, lo observo y le encuentro algo extraño, al poco tiempo me doy cuenta que se encuentra bebido. Bebido es una forma suave de decirlo. Crucé miradas con la auxiliar y con el anestesista, este último hace un gesto encogiéndose de hombros y moviendo la cabeza.

-Creo que no se encuentra usted bien, debería posponer la intervención, le digo.

-Me encuentro perfectamente, nunca me he encontrado mejor. Me respondió riendo.

-Lo sé, pero no está en disposición de operar, creo que debería tomarse el día de descanso.

El anestesista salió en mi ayuda.

-Deberías dejarlo, la realizamos mañana, no es urgente y todo saldrá a las míl maravillas.

Elevando la voz le contestó a su colega.

-Haz tu trabajo que yo sé como debo hacer el mío.

-Déjate de tonterías tienes una curda como un piano de cola, la hacemos mañana y se acabó volvió a responderle el anestesista.

Se armó una trifulca verbal en el quirófano en la que no faltaron los reproches y los insultos personales.

-No es la primera vez y no me arriesgo a poner en juego a que la dejes lisiada de por vida.

-¡Quien fue a hablar! ¿ y tu qué? Acaso no has estado tu así.

-No en esas lamentables condiciones, de no estar así no hablarías ni te comportarías como lo estás haciendo. Le respondió alterado también el anestesista.

-¡Opero como me da la gana!.

-¿Eso quieres? ¿eso quieres? Bien, hagámoslo, yo me limitaré únicamente a mi responsabilidad, no esperes ayuda personal ni que haga pandilla contigo si surgen problemas y denuncias posteriores. ¡Eres un perfecto animal! ¡Sea, operemos!.

-¡Animal eres tú y tu padre! Le respondió el cirujano.

En ese momento salí del quirófano traían a la paciente con el peculiar traqueteo de las ruedas de la camilla. Me dirigí al celador indicándole que llevase a la paciente de nuevo a la habitación, con una sonrisa forzada y cogiendo la mano de la paciente le digo –surgió una operación urgente, un imprevisto que no puede tener demora, lo suyo puede esperar hasta mañana, a lo mejor esta tarde nos toca la lotería. Al decirle esto último, pensé para mí, ya lo creo que le ha tocado la lotería.

Llamé al jefe de planta, que no dí localizado, llamé al director y al jefe de personal poniéndoles en antecedentes de lo que ocurría y de lo que había hecho.

Y si ese cirujano realizaba hoy alguna operación sería yo quien realizase denuncia judicial al médico, al centro y a la dirección. Colgué el teléfono sin esperar a obtener respuesta.

Minutos más tarde allí estaba el director, el gerente, el jefe de servicio y el jefe de personal.

El borrachín me lanzó una mirada asesina, es decir me lanzó una mirada de cirujano, agresiva y afilada como un bisturí.

Los dejé con sus cosas y me fui al centro de control a prepararme una infusión.

¡Que bien me sientan las infusiones calentitas!

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