32º Los protectores.

Nunca llegué a comprender a las compañeras que sustraían del centro de trabajo todo aquello que necesitaban en sus casas y aún aquello que en sus casas no necesitaban, lo sustraían también.

Todo el que trabaje en la sanidad pública española, desempeñe el puesto que desempeñe, pueden permitirle sus emolumentos comprarse toallas para su baño y sábanas para sus camas.

De un centro de trabajo, si es privado nada debe sustraerse por queno es del trabajador, si no de la empresa. Si el centro de trabajo es público, el material que allí se encuentre es de la empresa pública y a todos pertenece y tampoco debe sustraerse nada.

Puedo admitir, que en algún momento pueden llevarse unas vendas, incluso termómetros, que por ser de vidrio, se rompen a decenas diariamente.

Pero no podré admitir nunca que puedan llevarse toallas, sábanas, pomadas, termómetros, tijeras, rollos de papel higiénico, servilletas de papel, material de limpieza, gel de baño, cremas hidratantes, etc…

Se tiene dado la paradoja de llegar una remesa de un producto y en dos días no haber absolutamente nada de lo llegado.

Esto no es necesidad económica, esto es miseria mental, esta clase de miseria no la elimina ni el dinero, ni el cargo ocupado en el trabajo, ni la posición social.

Podría pensarse que solamente un sector de los trabajadores de la sanidad son los proclives a estas acciones. El pensamiento estaría errado de parte a parte, estas acciones las ejecutan por igual todos los empleados, desde el jefe médico al subalterno más modesto.

Una vez leyendo unas pancartas reivindicativas sobre un asunto que nada tenía que ver con la sanidad, creo recordar que se trataba de la enseñanza, al fijarme en la tela, leí en varias de ellas el distintivo de la sanidad pública.

Me dije a mí misma, se reivindica algo justo con la injusticia de la apropiación.

Cierto que el estado lo hace y que los gobernantes también. Pero nosotros no somos el estado ni somos gobernantes para hacerlo, a no ser que alguien se crea aquello de que hacienda es de todos, de que el gobierno es de todos los españoles y un largo etcétera. Aquellos que sean creyentes en dichas consignas, sí pueden hacerlo, porque su idea es la de “roba bien y no mires a quien” parafraseando lo de “haz bien y no mires a quien”.

Una buena amiga mía, me pidió un día que le trajese algunos empapadores de los utilizados con los enfermos. Estos empapadores son unos cuadrados de plástico con algo de algodón y celulosa de cincuenta por cincuenta centímetros, de un material parecido a los pañales y que se ponen en las camas a la altura de las caderas en aquellos enfermos que se les escapa la orina.

Siempre me hizo gracia el origen de estos empapadores al igual que los pañales de los niños. Pocos saben que en la expedición del Apolo XI a la luna, los astronautas que iban en la nave tenían el problema de la orina.

Idearon e inventaron un pañal para que pudieran mearse dentro del traje espacial.

Esta utilización militar, pasó posteriormente al uso civil comenzando por los pañales de los bebés.

-¿Está tu madre enferma?. Pregunté preocupada, ya que la conocía y visitaba alguna vez.

-No, que va, ella se encuentra como un roble. –Me respondió con alegría.

-¿Para qué quieres tú los protectores?. Volví a preguntar cada vez más intrigada.

-Para dos cosas, cuando estoy con la menstruación en lugar de utilizar toallas al mantener relaciones, porque acaban siempre moviéndose o calando el tejido hasta llegar a la sábana, utilizo el empapador que soluciona el problema radicalmente.

-¿Te inspira hacerlo con algo así, tan hospitalario y tan poco romántico?. Le pregunté.

-Yo no trabajo con enfermos, llenos de dolor. Para mí es una prenda que realiza un servicio y nada más, comprendo que tú no puedas utilizarlo.

-¿Hablaste de dos razones, cual es la otra razón?, vivamente interesada realicé la pregunta.

-Es muy íntima, no sé si debo decírtelo. Me contestó un tanto incómoda.

-Ni muy íntima, ni leches, a mí no me dejas tú así, a medias. Desembucha que me parece por la cara que pones que ahora viene algo bueno.

-¡Pues sí!.

-Pues dale al pico, que estoy esperando.

-A veces en los juegos amorosos, sobre todo cuando yo estoy situada encima, me entran ganas imperiosas de orinar y como a mi compañero también le agrada pues lo haga encima de el.

-¡Hostias, Pedrín! Exclamé abriendo los ojos como platos ¿Te estas corriendo y te estás meando?.

-¡Sí!.

-¿Y el dentro de tí, follándote?.

-¡Sí!. Otras veces me acabo corriendo y meándome en su vientre y por su pecho.

-¡Releches! Exclamé. Te traeré todos los que quieras. Nunca los protectores hospitalarios tuvieron tan buen uso.

Por otra parte querida, ya me explicarás con más detalle como se hace todo eso.

-¡Que ojos de putón verbenero se te han puesto!.

-¿A mí? ¿Qué va? Será del humo del tabaco.

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