16º De patitas en la calle.

Tengo en mi memoria grabada la amenaza de expulsión del hospital que recibí por parte del médico jefe de planta. Era joven enfermera, aunque con años de experiencia profesional en el medio hospitalario.


No era día de recibir a familiares de los pacientes.


Los médicos se habían marchado ya de la planta después de pasar la rutinaria consulta de la mañana.


Yo me dirigí al despacho del médico jefe en busca de historias clínicas para archivarlas, sabiendo que el despacho se encontraba vacío, entré en él sin llamar a la puerta.


Allí me encuentro jadeando al médico con el culo al aire, temblando sobre el cuerpo semidesnudo de alguien que pertenecía por las ropas al personal sanitario.


Ambos se encontraban sobre una camilla, camilla a la que nunca le había encontrado utilidad lógica en ese despacho, pues teníamos una habitación adaptada para servicios de urgencias en la propia planta. Por fin descubrí su utilidad y su peculiar forma de uso.


Recogí las historias clínicas que se encontraban sobre la mesa, diciéndoles con ironía al salir.


-Por favor, no interrumpan por mí su íntima exploración anatómica.


No alcancé a ver el rostro de ella, solamente sabía que era personal de la casa.


Poco después me comunicaron que el médico jefe quería verme en su despacho, llamé esta vez a la puerta y entré intentando contener la sonrisa de complicidad que forcejeaba por instalarse en mi rostro.


-Lo que ha presenciado esta mañana en este despacho, no ha existido jamás. 

Por lo tanto usted no ha presenciado nada.


-Si usted lo dice. Respondí con algo de sorna.


-Lo digo y le ordeno que sea usted discreta o de lo contrario la pongo de patitas en la calle.


-Que sea discreta, no necesitaba usted decirme nada, no ha sido para mÍ más que una graciosa anécdota. En cuanto a sus palabras de amenaza de dejarme sin empleo por culpa de una graciosa anécdota de la que yo no he sido la protagonista, ya es otro cantar.


Elevando la voz al estilo militar, volvió a repetirme.


-Lo dicho, la pongo de patitas en la calle. He terminado, puede irse.


Era el final del turno, las nuevas enfermeras y el resto del personal que venían a sustituirnos se encontraban en el mostrador y en la salita.

Comunicábamos los detalles a tener en cuenta así como los ingresos y altas hospitalarias, cuando apareció el médico.



No lo pude evitar. En voz alta dije.


-Escuchadme, esta mañana entré en el despacho del jefe de planta y me lo encontré beneficiándose sobre la camilla a alguien que no reconocí, pero que no era ajena al centro.


Lo grave es que amenazó con ponerme de patitas en la calle si hacía algún comentario.


Al oír mis palabras se quedó petrificado y lívido.


La voz de un compañero se oyó decir.


-Estas pasado de vueltas chaval. Se te olvidaron las pastillas o tienes fiebre.


Varias voces se oyeron tomándolo a pitorreo. Se marchó abochornado en medio de nuestras risas desafiantes.


Un celador esa misma tarde retiró la camilla de su despacho depositándola en el almacén. A la vuelta dijo.


-Que haya jodienda sí. Pero que nos quiera joder a nosotros, no, eso si que no.

No hay comentarios: