31º El oculto encanto de lo negro.

El lunes me incorporé al trabajo, el fin de semana había librado de guardias y turnos. Se habían realizado durante mi ausencia varios ingresos, uno de ellos un hombre de nacionalidad marroquí con una afección respiratoria, complicada posteriormente con una alergia medicamentosa.

El idioma lo hablaba dificultosamente, empleaba muchos tiempos verbales infinitivos y su vocabulario era muy reducido. En los seis meses que estuvo trabajando en España en la construcción, partiendo de que su idioma no tiene origen latino, había hecho grandes progresos.

Al pasar la visita con el médico, noté en él que marcaba distancia con el paciente a la vez que mantenía un aire altivo y de superioridad humana.

El paciente no se daba cuenta y si cuenta se daba, permanecía en silencio, costumbre que había adquirido probablemente desde que puso sus pies en este país, que no es ni racista, ni clasista, ni nacionalista.

El inmigrante, sintiéndose enfermo, desvalido en tierra extraña a la suya, agradecía el menor de los cuidados sufriendo con paciencia los tratamientos y las incomodidades de la enfermedad.

Un nuevo medicamento volvió a darle una respuesta alérgica, acudí al despacho del médico para ponerlo en su conocimiento.

Me sorprendió verle poner cara de disgusto, indicándome que suprimiera ese fármaco a la vez que recetó otro en su lugar.

-Que tome esto cada ocho horas, a ver si largamos pronto de aquí a ese cerdo marroquí de los cojones. Me dijo.

No estaba preparada para este inesperado comentario. Una vez respuesta y asimiladas sus palabras le respondí.

-Lo más parecido a un cerdo marroquí, es un cerdo español.

Tampoco él se esperaba mi respuesta, pero sus palabras no se hicieron esperar.

-Estoy de acuerdo, pero los españoles no somos unos cerdos como lo son toda esa pandilla de ignorantes moros y negros que invaden nuestro país buscando comida como los cerdos.

No podía consentir aquellas palabras, mi interior se llenó de rabia, mordí la lengua para no decir nada más y marcharme. Pero no pude, no pude hacerlo.

-Has de saber, que los primeras civilizaciones surgieron en Babilonia la actual Irak, que la primera escritura conocida es la cuneiforme y es de Sumeria es decir la zona de Irak. De Egipto ya no te hablaré porque habrás oído algo de él, pero sí te diré que la época de mayor esplendor cultural, musical, filosófico, médico y de mayor tolerancia religiosa y social, corresponde a la etapa en que los moros estaban en España.

Córdoba se iluminaba cuando el día cerraba sus parpados.

Escuchó mis palabras para después responder con rabia.

-Es posible que fuese así, pero ahora no son más que unos putos cerdos que nos están invadiendo a piaras.

Ellos no vienen con armas ni cañones, vienen con lo puesto buscando trabajo, ofreciendo lo mejor de sí. El gobierno español y unas pocas familias adineradas son los que sí han invadido como piaras de cerdos armando a infelices muchachos de aquí para morir en Filipinas, Cuba, Sudamérica, Guinea, Sahara, Marruecos. Todavía hoy quedan Ceuta y Melilla, vestigios de ese oprobio.

De tener algo en contra, debes tenerlo en contra de los ingleses que al parecer se han apropiado de algo que no les pertenece, le respondí.

-Los defiendes tú con mucho interés. Me dice irónicamente, añadiendo. ¡Ah, ya veo que te gustan!.

-Te equivocas, lo único que estas viendo que no me gustan, son los babosos descerebrados que solamente tienen de hombres la apariencia.

Llegado a este punto, me espetó.

-Lo que estás deseando es que te follen todos ellos.

-¿Por quien lo dices, por mí o por ti?.

Tratando de insultarlo personalmente agregué.

-Ese deseo aunque tratas de disimularlo te delata allí por donde quiera que vas.

Sus ojos se abrieron, su rostro se puso rojo y el cuerpo rígido. Lo dejé de esa manera y me marché de su despacho sin cerrar la puerta.

A partir de ese incidente, mi trato con él se limitó a lo estrictamente profesional, jamás volví a permitirle el menor comentario que fuese más allá de los límites médicos. Por su parte, el intentaba congraciarse conmigo, era como si me temiese, como si quisiese buscar conmigo la amistad.

Por mi parte no lo podía evitar, cada vez sentía por él mayor repugnancia.

Una noche de fin de semana en compañía de dos amigos charlábamos ante unos vasos de cerveza. El local en el que estábamos se había puesto de moda entre los gays, que en este lugar quería indicar, que eran homosexuales con estudios. Uno de los que me acompañaban, efectivamente lo era, pero no totalmente ya que la mujer a veces también le atraía. Decía que ser limitado en el sexo era igual que ser limitado en la comida, ser vegetariano y excluir las carnes, pescados y mariscos, es hacer del alimento una religión, una filosofía. 

Se negaba a considerar el alimento como algo tan limitado, el alimento se transforma en comida y esto es placer para el paladar, los sentidos y todo lo que conlleva socialmente consigo.

La limitación a una única tendencia hacia el hombre o hacia la mujer excluyéndose mutuamente, es una terrible y traumática limitación.

Añadía cuando se tocaban estos temas.

¿Qué opinas de la persona que solamente se alimenta de carne y pescado, rechazando de forma automática las verduras y frutas?

No albergan acaso un elevado grado de neurosis vislumbrándose en ellos algún suceso que han tenido o que han interpretado de tal manera que ha traumatizado su psiquismo. Igualmente ocurre cuando se elige una sola preferencia sexual, solo que en este caso es la moral y la educación que actuando contra natura, traumatizan el psiquismo por la represión ideológica del hábito de la costumbre y del miedo.

Yo le respondía, que estaba totalmente de acuerdo, pero que no había obligación de ser bisexual, ni que el hecho de que a mi me atrajese el hombre, no me atraían los hombres, que es cosa diferente, ni tenía obligación de acostarme con ellos.

-Hablamos de respetar la opción, hablamos de romper el estrecho cauce mental. Una vez rota esta estrechez limitadora uno puede hacer lo que mejor considere. Se puede jugar con niños y como los niños, pero no ser niño.

Yo no tengo porqué casarme, ni con un hombre ni con una mujer. El casorio es una cuestión legal y moral, que nada tiene que ver con la sexualidad o con los afectos.

Tampoco tengo porque permanecer eternamente enamorado, cambio, evoluciono, la otra persona cambia y evoluciona, a veces a la par otras veces no, a veces los afectos permanecen muy intensos y duraderos, pero solamente a veces.

Yo le añadía –una vez que se tiene todo esto bien dilucidado, debe no solamente respetarse la libertad de elección de las personas, sino potenciar la libertad de las personas en todas los ámbitos de su vida cotidiana y social.

-Me encanta oírte hablar así, no hay otra manera de entender al hombre libre o en la búsqueda de la libertad.

La libertad es todo o no es libertad, no hay libertad sexual, eso es una falacia, hay libertad en todo o no la hay en nada.

-A lo sumo habrá permisibilidad por parte del estado o del talante que posean los gobernantes en turno. Le respondía yo.

De ahí saltábamos a otros temas pero siempre estrechamente interrelacionados unos con otros. Era de mente profunda y vital se pasaba gran parte del día trabajando como director de museo.

Por uno de los espejos veo entrar en el local una cara que se me hace conocida, ataviada de gafas oscuras de moda y marca, con una camiseta de licra también de moda y marca con el dibujo de un corazón en el pecho y chaqueta en concordancia.

Lo ví pasar y dirigirse al fondo del local.

Era uno de los médicos de mi planta, y no era otro que el que despreciaba visceralmente a negros y moros.

-¡Caramba y carambitas! Exclamé. Le pregunté a mis amigos si lo conocían, indicándole a quien me refería.

-De vista, se deja caer algunas noches por aquí. Es de los que dan dos pasos hacia delante y uno hacía atrás. Me respondió.

-¡Caramba y carambitas! Volví a exclamar.

Le conté el incidente que me había sucedido tiempo atrás con él.

-Que cabrón, le contestaste divinamente. Por supuesto que lo desea y cuanto más moro y negrazo sea más ensoñaciones tendrá. Me afirmó con convicción.

Fue entonces y solamente entonces cuando se me ocurrió la idea. Le propuse a mi amigo que lo sedujese y lo enredase en un trío con algún amigo que tuviese que fuese moro, de color o de raza inferior como él los consideraba.

Se rió estrepitosamente. Está hecho, déjame hacer un par de llamadas y en una hora está la liada organizada.

Al día siguiente me llamó por teléfono.

-Todo salió a la perfección, tenía más hambre el pobre muchacho que un internado en campo de concentración, jamás he visto hambruna sexual igual, lo quiso todo y todo lo admitió. Le encanta lo negro querida, le encanta lo negro.

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