20º El reloj.

Lo que voy a describir brevemente fue uno de los sucesos que más me han impresionado en mi vida.


Durante tres meses había estado ingresado un hombre de mediana edad aquejado de una dolencia a la que no encontraban con certeza un diagnóstico preciso. El tratamiento que recibió en su ingreso era únicamente sintomático, es decir intentar que los síntomas de la enfermedad fuesen disminuidos.


Recibía muy pocas visitas, era un buen paciente o como en jerga hospitalario suele decirse, un paciente colaborador. Y es que hay que ser paciente y con mucha paciencia para ser ya no un buen paciente, sino un paciente sin más.


Sentí por este hombre, olvidado de su familia, un humano aprecio solidario, conversando con él durante algunos minutos cada vez que le proporcionaba su medicación.


Finalmente fue operado, mejor expresado, fue abierto sin diagnostico fijo, es decir, lo abrimos y haber que encontramos.


En su día fue dado de alta, coincidiendo por mi parte con una corta baja médica debido a la gripe que aquel invierno se presentó con especial virulencia.


No pudimos despedirnos, ni desearle yo, largo tiempo en volvernos a ver de nuevo en hospitales.


Unos meses más tarde me encontraba organizando el material en la pequeña sala de curas de urgencia que teníamos en la planta, detrás de mí oigo una voz que me saluda y llama por mi nombre, al girarme veo a aquél paciente de quien no había podido despedirme.Después de superada la primera sorpresa, comentamos lo que usualmente suele comentarse en estos casos.


Dijo que venía a darme las gracias por las atenciones que había tenido con él mientras estuvo ingresado.


Me preguntó también si me había gustado su pequeño obsequio.


Con extrañeza, comenté que no había recibido obsequio alguno suyo.


Pues se lo dí a una de sus compañeras. Y me la describió. Es un bonito reloj de pulsera que hice comprar, debes pedírselo pues es tuyo y me gustaría que lo pusieses en días de pesadumbre que tengas en el trabajo, así recordarás y sobrellevarás mejor las rudezas que con frecuencia los enfermos tenemos.


Por supuesto que voy a recuperar este reloj, y lo llevaré con agrado y orgullo. Respondí.

Una última cosa quiero decirte, agregó, ya estoy muerto y no nos volveremos a ver, al menos en esta tierra.


Su figura se desvaneció. En ese momento casi me desvanezco yo también del susto.


Recuperé el reloj y casi tiro por la ventana, después de una tremenda disputa a la enfermera que negó repetidas veces que nadie le había dado un obsequio para mí. 

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